viernes, 22 de febrero de 2008

DECLARACION DE BARMEN (1934)

Prólogo

Nosotros, los delegados de iglesias luteranas, reformadas y unidas, de sínodos libres, de "jornadas de la iglesia" y de "círculos parroquiales", reunidos para formar la asamblea sinodal confesante de la Iglesia Evangélica Alemana, declaramos que juntos nos afirmamos sobre la base de la Iglesia Evangélica Alemana como una federación de las iglesias confesantes alemanas. Lo que nos une es la profesión del único Señor de la Iglesia, la cual es una, santa, universal y apostólica.

Declaramos públicamente delante de todas las iglesias evangélicas de Alemania que la confesión en común de esta fe y, por consiguiente la unidad de la Iglesia Evangélica Alemana, están en gravísimo peligro…

Siendo miembros de iglesias luteranas, reformadas y unidas, podemos y debemos hoy hablar juntos en esta causa. Precisamente porque queremos ser y permanecer fieles a nuestras diversas confesiones, no podemos callarnos, ya que creemos que en un momento de calamidad e inseguridad común, nos ha sido puesta en la boca una palabra en común.

Encomendamos a Dios lo que esto significará para la relación entre las iglesias confesionales. Haciendo frente a los errores de los "Cristianos Alemanes" y del gobierno actual del Reich que causan estragos en las iglesias y también despedazan la unidad de la Iglesia Evangélica Alemana, profesamos las siguientes verdades evangélicas:

I.

"Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre"
(Juan 14,6).
"En verdad les digo, el que no entra por la puerta del corral de las ovejas, sino que se mete por otro lado, es ladrón y bandido… Yo soy la puerta; el que entre por mí, será salvado" (Juan 10,1.9).
"Jesucristo, según el testimonio que de él tenemos en la Sagrada Escritura, es la única palabra de Dios. A ella sola debemos escuchar, en ella sola debemos confiar y obedecerla en la vida y en la muerte.
"Rechazamos la falsa doctrina según la cual, además y junto a esta una y única palabra de Dios, la iglesia podría y debería admitir como fuente de su proclamación otros acontecimientos y potencias, otras personalidades y otras verdades como si fueran también revelación de Dios.

II.

"Pero Dios mismo… ha hecho también que Cristo sea nuestra sabiduría y que por medio de Cristo seamos puestos en la debida relación con Dios, consagrados a él y salvados" (1º Corintios 1,30).
"Así como Jesucristo es la expresión del perdón de Dios de todos nuestros pecados, del mismo modo es él la expresión del derecho de Dios sobre toda nuestra vida. Por medio de él experimentamos una gozosa liberación de todas las ataduras ateas de este mundo para un servicio libre y agradecido a todas sus criaturas.
"Rechazamos la falsa doctrina según la cual habría ámbitos en nuestra vida en los cuales no perteneceríamos a Jesucristo sino a otros soberanos, ámbitos éstos en los cuales no necesitaríamos la justificación por él realizada.

III.

"Más bien, hablando la verdad en un espíritu de amor, debemos crecer en todo hacia Cristo, que es la cabeza del cuerpo. Y por Cristo el cuerpo entero se ajusta y se liga bien" (Efesios 4,1516).
"La iglesia cristiana es la comunidad de hermanos en la cual Jesucristo actúa como su Señor presente en la palabra y los sacramentos por medio del Espíritu Santo. Ella, como Iglesia de pecadores reconciliados, debe dar testimonio en este mundo pecador, tanto por medio de su fe como por medio de su obediencia, por su mensaje como por su disciplina, de que sólo pertenece a él, que sólo vive y desea vivir de su consuelo y orientación en la esperanza de su venida.
"Rechazamos la falsa doctrina según la cual la Iglesia podría dejar librada la expresión concreta de su mensaje y de su estructura a su conveniencia o a la mutación de las convicciones ideológicas y políticas reinantes en tal o cual momento.

IV.

"Como ustedes saben, entre los paganos los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás" (Mateo 20,2526).
"Los diferentes ministerios de la Iglesia no son causa del dominio de unos sobre otros, sino el desempeño del servicio que le ha sido encomendado y confiado a toda la comunidad eclesial.
"Rechazamos la falsa doctrina según la cual, aparte de este servicio, la Iglesia tendría poder y autoridad para darse o aceptar autoridades especiales dotadas de atributos o de dominio.

V.

"Reverencien a Dios, respeten al emperador" (1ª Pedro 2,17).
"La Escritura nos dice que, de acuerdo al mandato divino, el Estado tiene el deber de preocuparse conforme al mejor saber y entender humano, y aun con amenaza y aplicación de la fuerza, por el derecho y la paz en este mundo todavía no redimido, en el que también se encuentra la Iglesia. La Iglesia reconoce con gratitud y respeto a Dios el beneficio de estas instituciones suyas; rememora el reino de Dios, el mandamiento y la justicia de Dios, y de este modo la responsabilidad de los gobernantes y de los gobernados. Confía y obedece la fuerza de la palabra por medio de la cual Dios sostiene todas las cosas.
"Rechazamos la falsa doctrina según la cual el Estado, por encima de su competencia específica, podría llegar a ser el orden único y total para la vida humana y por lo tanto pretender cumplir la misión de la iglesia.
"Rechazamos la falsa doctrina según la cual la Iglesia, por encima de su mandato especial, pudiera y debiera apropiarse de la modalidad de las tareas específicas y la dignidad del Estado y convertirse así ella misma en un órgano estatal.

VI.

"Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20).
"Pero el mensaje de Dios no está encadenado" (2ª Timoteo 2,9).
"La misión de la Iglesia, en la cual se funda su libertad, consiste en proclamar, en lugar de Cristo, o sea, al servicio de su propia palabra y obra, el mensaje de la libre misericordia de Dios a todos los pueblos por medio de la predicación y los sacramentos.
"Rechazamos la falsa doctrina según la cual la Iglesia, dejándose llevar por autosuficiencia humana, podría poner la palabra y obra de Jesucristo al servicio de deseos, objetivos y planes arbitrariamente elegidos.

Epílogo

La asamblea sinodal confesante de la Iglesia Evangélica Alemana, declara que ve en el reconocimiento de estas verdades y en el rechazo de aquellas falsas doctrinas, la ineludible base teológica de la Iglesia Evangélica Alemana, como unión de las iglesias confesantes. Ella llama a todas las iglesias que puedan adherirse a su declaración a tener en cuenta en sus decisiones político-eclesiásticas estas razones teológicas. Ruega a todos los que son afectados, que regresen a la unidad de la fe, del amor y la esperanza.

Barmen, 29 al 31 de mayo de 1934

viernes, 8 de febrero de 2008

LA EMBESTIDA GNÓSTICA 2

LA DOCTRINA CRISTIANA DE LA CREACIÓN

Decíamos en el sermón pasado de esta serie de sermones, que el gnosticismo era una religión soteriológica, es decir, tenía una doctrina de salvación. El gnosticismo fue especialmente peligroso para la Iglesia Antigua, porque trataba de desvirtuar las doctrinas cristianas con ideas completamente ajenas a la mentalidad bíblica. Por eso, representó un verdadero desafío para la naciente fe cristiana. Desde muy pronto podemos encontrar a los Padres de la Iglesia identificando las doctrinas erróneas del gnosticismo y que amenazaban con llegar a formar parte del sistema doctrinal de la Iglesia. Las doctrinas que más peligraban eran, entre otras, las de la encarnación y muerte de Jesucristo, la de la resurrección y la de la creación, etc.

El gnosticismo se opone a la doctrina cristiana de la creación porque ve en el mundo material, no la obra del Dios eterno, sino la obra de algún ser inferior y en cierto sentido malo e ignorante. Según los gnósticos, las cosas de este mundo son, no sólo de escaso valor, sino hasta malas y condenables. En esto se oponen a la doctrina cristiana que -siguiendo las antiguas enseñanzas judías- afirma que todas las cosas han sido hechas por Dios. El Dios del Antiguo Testamento, como el del Nuevo, es el Dios que se revela a su pueblo en todas las cosas físicas que Él ha creado (cfr., Salmo 19). Como consecuencia de esta doctrina de la creación, el cristianismo afirma que Dios actúa en la historia, y en ello se opone radicalmente al gnosticismo, que no ve sentido alguno en la historia de este mundo.[1]

La Biblia afirma con claridad meridiana que Dios creó el mundo, con eso se abre la revelación bíblica. Esta es una doctrina fundamental de la fe cristiana; de hecho, los cristianos reformados creemos que Dios también se revela de una forma especial en las “obras de creación”. Así lo afirma la Biblia cuando dice: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal 19:1).[2] En contra de lo que enseña el gnosticismo, la creación es buena, porque Dios así la quiso. “Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin” (Ec 3:11).

Entonces, la Biblia nos muestra que la idea gnóstica de un mundo malo, creado por un dios inferior y distinto al Padre, no es así, sino que el Dios del Antiguo Testamento (Yahvé), es el mismo que se nos ha revelado en Jesucristo, su Hijo Unigénito, en el Nuevo Testamento.
1Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo. 3Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4hecho tanto superior a los ángeles cuanto que heredó más excelente nombre que ellos. (Heb 1:1-4)
Este texto bíblico muestra claramente que el Dios de Génesis, es el mismo que ahora habla en el NT (v. 1) a través de su Hijo (v. 2). Además por medio de Él, hizo el universo, cuando el Padre creaba con su Palabra soberana todo cuanto existe, ahí estaba el Hijo y el Espíritu. (Cfr., Jn 1:1-3, 14-18; 1 Co 8:6; Col 1:15-17). No sólo la creación es buena, sino que tenemos la responsabilidad de cuidarla, porque ella misma gime dolores de parto esperando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios (Rm 8:19-22).
La doctrina de la creación de Dios es tan importante que “basta con abrir la primera página de la Biblia (Gn 1:1) y luego compararla con la última página (Ap 21:1ss), para darnos cuenta del tema de la creación como eje decisivo de todo el pensamiento bíblico”[3]. Dios sigue creando, sigue sustentando su creación, está interesado por ella. Así mismo, nos ha dado la responsabilidad de cuidarla, como al primer hombre. “15Tomó, pues, Jehová Dios al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo cuidara” (Gn 1:15). Por eso los presbiterianos no creemos en el “rapto”, como si Dios nos fuera a sacar del mundo para “salvarnos”. Ese es un auténtico escapismo de la fantasía apocalíptica. “Los cristianos que confían en que han de ser <> y abandonan el mundo a su suerte, desconocen el amor de Cristo y no podrán responder a las preguntas del Juez Supremo acerca de las obras de misericordia. Su destino es descrito con bastante claridad en el capítulo 25 de Mateo”[4]

[1] González, J. L., Historia del cristianismo: desde los principios hasta nuestros días, t. 1, Caribe, Colombia, 1992, p 127.
[2] Cfr., Rm 1:19-20 “19Lo que de Dios se puede conocer, ellos lo conocen muy bien, porque él mismo se lo ha mostrado; 20pues lo invisible de Dios se puede llegar a conocer, si se reflexiona en lo que él ha hecho. En efecto, desde que el mundo fue creado, claramente se ha podido ver que él es Dios y que su poder nunca tendrá fin. Por eso los malvados no tienen disculpa”. (DHH)
[3] Stam, J. B., Las buenas nuevas de la creación, Nueva Creación, Grand Rapids, 1995, p. 13.
[4] Moltmann, J., La justicia crea futuro: política de paz y ética de la creación en un mundo amenazado, Sal Terrae, Bilbao, 1989, p. 54.

LA EMBESTIDA GNÓSTICA 1

LOS ANTIGUOS DESAFÍOS DE LA FE

Hoy como ayer, pero más fuerte que nunca, la Iglesia Cristiana se encuentra frente a una nueva embestida de mentiras y doctrinas heréticas, vestidas de un manto de “aparente verdad” acerca de Dios y el mundo. Ya lo decía en la antigüedad, el Padre de la Iglesia, Irineo de Lyón, en el siglo II: “El error nunca se presenta en toda su desnuda crudeza, a fin de que no se le descubra. Antes bien se viste elegantemente, para que los incautos crean que es más verdadero que la verdad misma”.[1] Actualmente la arremetida herética-pagana sobre el cristianismo y sus principales dogmas y doctrinas, se ha manifestado en el gnosticismo moderno que ha venido recargado[2]. Los incautos se han dejado llevar por mentiras sensacionalistas como las vertidas en El Código Da Vinci de Dan Brown, y más recientemente por El evangelio prohibido de Judas que dio a conocer la National Geographic Society.

Lo que no nos dicen esas verdades a medias, es que en el fondo de todas esas pseudorevelaciones se encuentra el movimiento gnóstico. Por ejemplo, lo que no nos aclara Brown es que el nombre de su protagonista Sophie, es la diosa Sabiduría (Sophia) de los gnósticos. Lo que calla la National Geographic es que el Evangelio de Judas, no lo escribió el mismo Judas sino los gnósticos. Tampoco profundiza en todo lo que el gnosticismo creía y que era incompatible con la auténtica fe cristiana. “Durante todo el siglo segundo, el gnosticismo fue una amenaza seria para el cristianismo. Los principales dirigentes de la Iglesia se le opusieron tenazmente, porque veían en él una negación de varias de las principales doctrinas cristianas: la creación, la encarnación, la resurrección, etc.”[3]

Por eso la sentencia apostólica paulina, se hace más pertinente que nunca: “Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe”. (1 Tm 6:20-21)[4]. [20 \W Timovqee, th;n paraqhvkhn fuvlaxon ejktrepovmeno" ta;" bebhvlou" kenofwniva" kai; ajntiqevsei" th`" yeudwnuvmou gnwvsew", 21h{n tine" ejpaggellovmenoi peri; th;n pivstin hjstovchsan.][5] Gnwvsew", es la palabra que el apóstol Pablo utiliza y significa, conocimiento o saber[6]. Hoy tenemos que estar listos para refutar las “cosas vanas y los argumentos de la falsamente llamada ciencia”, según se nos enseña en 1 P 3:15.

Jesús se aparece a los discípulos
(Mt 28.16–20; Mc 16.14–18; Jn 20.19–23)
36Mientras aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo:
—¡Paz a vosotros!
37Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. 38Pero él les dijo:
—¿Por qué estáis turbados y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? 39Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
40Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41Pero como todavía ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les dijo:
—¿Tenéis aquí algo de comer?
42Entonces le dieron un trozo de pescado asado y un panal de miel. 43Él lo tomó y comió delante de ellos.
44Luego les dijo:
—Estas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos.
45Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras; 46y les dijo:
—Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; 47y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. 48Vosotros sois testigos de estas cosas. 49Ciertamente, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.[7]

Ahora vamos a refutar una de las “ideas”, que el gnosticismo tenía en lo referente a la encarnación de JC. Los gnósticos creían que su religión era una de salvación, tenían una doctrina soteriológica. El gnosticismo consistía en una liberación del espíritu de las cosas materiales que por naturaleza son malas. Como el cuerpo es un elemento material, es malo; por ende, Jesucristo, no pudo haberse encarnado, porque la carne es mala[8]. La liberación del espíritu que se encuentra esclavizado en el cuerpo, se da a través de un “conocimiento” o gnosis. Esto es lo que pretenden hacernos creer en el Evangelio de Judas. Entonces, Jesús no pudo morir en la cruz, ni tampoco pudo resucitar de entre los muertos al tercer día. Por eso a dicho “evangelio” no le interesan esos temas y no los nombra.

La Escritura nos revela, sin embargo, las mentiras del falsamente llamado conocimiento. Porque ella hace énfasis en que Jesús no sólo murió efectivamente y realmente en la cruz, sino que además resucitó victorioso de entre los muertos (Lc 24:44ss). Jesús no era un mero espíritu (Lc 14:37ss). Más aún las Escrituras condenan expresamente estas herejías que no son más que una sarta de tonterías (1 Jn 2:22; 4:2-3).


[1] Citado por González, J. L., Historia del cristianismo, t. 1, UNILIT, Colombia, 1994, p. 77.
[2] Para un breve panorama de cómo incluso en el seno de la Iglesia misma, se han introducido las ideas herético-paganas gnósticas, cfr., Jones, Peter, “El Gnosticismo en las denominaciones tradicionales”, Reforma Siglo 21, vol. 4, No. 1, 2002. Para algunos ejemplos, bastan los siguientes: “... los mismos eruditos liberales que al principio promovían una fusión de la ortodoxia con el Gnosticismo, ahora declaraban que el Gnosticismo era la forma original del cristianismo. [...] el Gnosticismo “cristiano” moderno no ha terminado con Jesús del todo. Timothy Freke y Peter Gandy, autores de Los misterios de Jesús: ¿Fue el Jesús un Dios Pagano? niegan en su libro que Jesús haya existido. Lejos de haber abandonado el cristianismo considerando las conclusiones de su investigación, Freke y Gandy dicen que su premisa es realidad fortaleció su fe. “Lo que hemos descubierto es que el mensaje del cristianismo original... para los cristianos originales, era convertirse en un Cristo uno mismo”. Esto los lleva a concluir que los gnósticos fueron los cristianos originales. [...] “Estamos aprendiendo que ser ecuménicos es ir más allá de los límites del cristianismo... las herejías del pasado se están convirtiendo en el Libro de orden eclesiástico del mañana”. [...] Un erudito “cristiano” importante, Huston Smith, cree que la obra actual del Espíritu es producir una “geometría invisible para forjar todas las religiones del mundo en una sola verdad”. [...] En el corazón del Gnosticismo se encuentra tanto la eliminación del Dios Creador del teísmo bíblico, como promover una unión más profunda con el dios del paganismo. [...] Esta es la esencia del Gnosticismo –ocultismo pagano anticristiano- que ahora se disfraza de un cristianismo con una nueva apariencia. ¿Es demasiado severa esta declaración?”, pp. 11, 12, 16, 18, 19. La respuesta a esta última pregunta depende de la defensa decidida del depósito de la fe, o de la traición a esta misma fe.
[3] Ibíd., p. 79
[4] A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas fueron tomadas de la Biblia Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
[5] Aland, Kurt, Black, Matthew, Martini, Carlo M., Metzger, Bruce M., and Wikgren, Allen, The Greek New Testament, (Deutsche Bibelgesellschaft Stuttgart) 1983.
[6] Vocabulario Griego del Nuevo Testamento, 2ª ed., Sígueme, Salamanca, 2001, p. 39.
[7]Reina-Valera 1995—Edición de Estudio, (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
[8] De hecho, los gnósticos hacían una diferenciación entre Jesús y Cristo. Ellos decían Jesús era el hijo de José y María, mientras que Cristo era un “espíritu” hijo del Padre, que tomó a Jesús en el momento de su bautismo, pero que lo abandonó poco antes de su muerte. Por tanto Cristo no pudo padecer con Jesús, porque su cuerpo era una mera apariencia (docetismo).

jueves, 7 de febrero de 2008

Moisés Sáenz Garza, educador y reformador presbiteriano

Emmanuel Flores-Rojas
Apenas el pasado 24 de octubre se cumplió un aniversario más del fallecimiento del maestro presbiteriano Moisés Sáenz Garza, acaecido en Lima, Perú en 1941. Conviene recordarlo hoy, sobre todo, por la impronta que este educador presbiteriano tiene a nivel nacional, y más aún, porque las nuevas generaciones de presbiterianos mexicanos deben conocer las importantes aportaciones que el maestro neoleonés hizo a la educación pública en México.

El presbiterianismo mexicano se ha caracterizado por ser de corte conservador y a veces, en aras de cuidar ese perfil pietista y puritano, olvida mucho de la rica tradición reformada. Muchas ocasiones, tristemente ha llegado a la glorificación de la ignorancia. Juan Calvino hacía especial énfasis en la preparación de los ministros del evangelio, ya que el pastor en lo mejor de la tradición reformada es por antonomasia un docente. Por eso es importante recordar hoy, a uno de los maestros presbiterianos más connotados en México. No sólo por sentirnos orgullosos al interior de la Iglesia Presbiteriana de México de haberlo tenido como uno de nuestros miembros, sino sobre todo, por su compromiso académico con nuestro país.

El maestro Sáenz fue uno de los hijos más preclaros del presbiterianismo mexicano del siglo XX. Moisés Sáenz nació el 13 de febrero de 1888 en El Mezquital, municipio de Apodaca, Nuevo León. Su primera infancia la pasó ahí, para trasladarse luego a estudiar la primaria en el Colegio Civil de Monterrey. Instalado en la capital de Nuevo León, se congregaba en la Iglesia Presbiteriana “El Buen Pastor”. Según los datos proporcionados por el pastor Saúl Tijerina G., también militó en la Sociedad de Esfuerzo Cristiano “Avanzadas del Rey” de la citada Iglesia. En 1899, siendo apenas un esforzador intermedio, ya que contaba tan sólo con 11 años de edad, es comisionado junto con Benito Flores, para recaudar fondos que ayudaran a las mejoras materiales de esa importante Iglesia del Norte del país.[1]

Posteriormente se traslada a la ciudad de México para estudiar en el Instituto Juárez, o como era conocida en ese tiempo, la Preparatoria Presbiteriana de Coyoacán. Después va a estudiar a la Normal de Jalapa, Veracruz; para entonces va mostrando ya su sólida vocación docente. Graduado como profesor normalista y no conforme con los estudios hasta ahí alcanzados, viaja a EEUU a estudiar en el Instituto Jefferson y en la Universidad de Columbia en Washington. También acude a hacer un postgrado en la Sorbona de Paris, Francia, lo que lo capacita para afirmarse como maestro. Finalmente, obtiene los doctorados en Ciencias y en Filosofía por la Universidad de Columbia. El doctorado en Filosofía lo obtuvo con la tesis “La educación comparada” (EEUU y Europa). La influencia del filósofo de la educación John Dewey se afirma en el joven Sáenz.

Su aporte a la educación en México es imponderable, ya que él es el padre de lo que hoy conocemos como la Educación Secundaria o Educación Media. En su tiempo, la implantación de este nivel educativo entre la primaria y el bachillerato fue completamente revolucionaria. No sería posible estudiar la historia de la educación contemporánea en México, sin remitirnos necesariamente a este egregio presbiteriano. El positivista Gabino Barreda había organizado por encargo del Presidente Benito Juárez, la Escuela Nacional Preparatoria en 1868. Apenas terminada la Revolución, los nuevos tiempos de la República demandaban la inmediata reorganización de la educación mexicana. Fue así que surgió la filosofía educativa de Sáenz Garza, para transformar el sistema educativo nacional. Moisés Sáenz, supo leer “las señales de los tiempos” y respondió al desafío de su momento histórico concreto. O como enseñó el gran maestro cristiano brasileño Paulo Freire, hay que saber “leer la realidad” y no sólo el texto. Tal hizo así, Moisés Sáenz.

Como Subsecretario de Educación Pública, Moisés Sáenz dió un nuevo impulso a las Misiones Culturales, fundadas por el católico José Vasconcelos, las cuales trataban de llevar la educación a cada rincón del país como una auténtica “misión evangelizadora”.[2] Esas “misiones” estaban orientadas sobre todo al sector rural de México. Podemos decir que Vasconcelos y Sáenz son los dos grandes artífices de la reorganización de la educación media y superior en nuestra patria, el primero porque por su breve paso al frente de la UNAM,[3] le confiere un estatuto latinoamericanista, dotándola del lema actual: “Por mi raza hablará el espíritu”. En la visión de estos maestros de la juventud, la educación media y superior debería de trabajar para el pueblo, ya que “la pobreza y la ignorancia son nuestros peores enemigos y a nosotros nos toca resolver el problema de la ignorancia”[4], -había proclamado Vasconcelos en el discurso de toma de posesión como Rector de la Máxima Casa de Estudios de México. El segundo porque impulsa decididamente la creación de Secundarias por todo el país. Sobre estas escuelas Moisés Sáenz dijo: “En estas escuelas nunca se sabe dónde termina la escuela y dónde principia el pueblo, ni donde acaba la vida del pueblo y comienza la escolar, porque, volviendo por su fuero primitivo de agencia social real, esta escuela es una con la comunidad”.[5]

Moisés Sáenz, había sido antes Director General de Educación en el estado de Guanajuato y también en el Distrito Federal. Fungió así mismo como Director de la Escuela Nacional Preparatoria y Director de la Escuela de Verano de la UNAM, catedrático de Filosofía y Letras en la Escuela Nacional de Maestros, Oficial Mayor y Subsecretario de la Secretaría de Educación Pública. Bajo el mandato de Plutarco Elías Calles se desempeñó como Secretario de Educación Pública por un breve período de tiempo en 1928. Fue también Director general de Beneficencia Pública y Presidente del Comité de Investigaciones Indígenas. Su hermano Aarón Sáenz sería Secretario del mismo despacho en 1930 bajo la presidencia de Pascual Ortiz Rubio. Algunas obras de Moisés Sáenz son: los estudios sobre El indio ecuatoriano, sobre El indio peruano; México íntegro, Un Día de Muertos en Janitzio y Carapan: bosquejo de una Experiencia.[6]

Nuestro ilustre maestro formado en la cantera del presbiterianismo mexicano también fundó la Escuela Rural Indigenista y fue el primero en América Latina en convocar al Primer Congreso Indigenista Interamericano. La Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), bien haría en rescatar muchos de los postulados del más reputado de sus hijos y aplicarlos en el campo tan extenso de Iglesias y misiones indígenas que tiene en el Sureste mexicano. En la visión educativa de Moisés Sáenz, a los indígenas había que educarlos mejor, por eso estableció escuelas entre ellos, pero también había que ayudarles a desarrollarse plenamente como ciudadanos. ¿La INPM está impulsando entre las Iglesias indígenas el mismo celo educativo? Y cuando hablo de educación, no estoy hablando exclusivamente de educación cristiana. ¿Cómo responde nuestra iglesia a las necesidades económicas de extrema pobreza en que los malos gobiernos han sumido a nuestros hermanos indígenas? Hoy la INPM debería impulsar un gran plan de educación que cubra todo el espectro de necesidades indígenas.

Moisés Sáenz no sólo se destaca como educador, también como político y diplomático. Fue Ministro de México en Dinamarca y en Ecuador, así como embajador de México en Perú. Su modelo educativo en México fue tan exitoso que los gobiernos de Bolivia y Guatemala vinieron a estudiar el proyecto educativo indigenista, el cual fue implantado en aquellos países. Así, Moisés Sáenz se nos presenta como un auténtico reformador educativo, colocándose entre los grandes maestros de la fe reformada mundial, que nace con Ulrico Zwinglio y se profundiza con Juan Calvino. ¿Dónde están hoy, los grandes maestros reformados que necesitan no sólo la Iglesia Presbiteriana, sino sobre todo México? La patria reclama maestros comprometidos con Jesucristo que vengan a impactar la Iglesia y el mundo. Hay que alentar a los intermedios y jóvenes esforzadores para que se preparen como Moisés Sáenz y se sumen a las grandes reformas que necesitan la Iglesia y la Nación.

El presbiterianismo mexicano actual, debería rescatar mucho del legado educativo y cultural del maestro Moisés Sáenz. El principal reto de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México tiene que ver con la educación cristiana y reformada, sobre todo la teológica. Aquella frase que ha llegado a ser una máxima o un eslogan en las más altas esferas del liderazgo de la Iglesia Presbiteriana Mexicana en el sentido de que “la Iglesia no necesita teólogos sino pastores”, es una auténtica traición a la tradición reformada, y más grave aún, una alta traición a Jesucristo, el Señor de la Iglesia, ya que él mismo nos enseñó a amar a Dios también con la mente, esto es, con la razón. (Véase mi artículo-sermón sobre La 'doctrina' como factor de unidad e identidad, aquí mismo)

La glorificación de la ignorancia no glorifica en nada a Dios. O amamos a Dios con la mente o no lo amamos bien. El monumento erigido a la memoria del maestro Sáenz en su tierra natal, reza lo siguiente: “MOISES SAENZ (1888-1941). Educador de niños, de jóvenes y pueblos. Fundador del Sistema de Segunda Enseñanza en México. Protector del indio en todas las latitudes de América y a través de la niñez amó a su Patria y la iluminó con su pensamiento”.[7] Los restos del Maestro Moisés Sáenz Garza, descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres en la Ciudad de México, D. F. Hasta hoy, es el único presbiteriano mexicano que está ahí. ¿Quién será el siguiente? Até Mais, Maestro!

Fuentes:
[1] Tijerina G., Saúl, Paladines del Esfuerzo Cristiano en México. Boceto histórico, (engargolado), México, 1981, p. 24.
[2] Vasconcelos, J., La raza cósmica, Porrúa, 2003, México, p. X.
[3] Y luego también como Secretario de Educación Publica.
[4] Vasconcelos, op. cit., p. VIII.
[5] http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/efemerides/octubre/conme24c.htm
[6] http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/publicaciones/publi_quepaso/moisesaenz.htm
[7] Idem.