jueves, 13 de noviembre de 2008

TEOLOGÍA BÍBLICA

TEOLOGÍA BÍBLICA

CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TITO
Emmanuel Flores-Rojas

Preámbulo
La Teología Bíblica es una rama teológica que señala una teología que se hace a partir de la autoridad tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, es decir, como una exposición primaria y directa del canon bíblico. Por muchos años la Teología Bíblica no ha sido sino un argumento escriturístico, desarrollado en la Dogmática para fundamentar o defender los enunciados de la fe cristiana. Uno de sus objetivos es descubrir o redescubrir, hasta donde sea posible, el mensaje que los escritores bíblicos dijeron originalmente. Para lograr esto, se deben interpretar los diferentes libros de la Biblia en su propio trasfondo y dentro de sus propias presuposiciones. Perfectamente legítimo en sí mismo, semejante empleo de la Escritura tiene también sus peligros, concretamente el de aplicar a las categorías bíblicas el sentido de las categorías teológicas actuales, sin darse cuenta de que no siempre las unas están exactamente de acuerdo con las otras. También existe el peligro de falsear los elementos que componen la síntesis bíblica, o de omitir alguno que otro de los elementos importantes de ella.
Por ello, se requiere un esfuerzo para hacer un análisis no sólo hermenéutico (recontextualizar) sino sobre todo exegético (contextualizar). De ahí que se tiene que dejar que la Biblia hable en toda su dinámica a nuestro contexto. La Teología Bíblica nos recuerda que para ser auténticamente bíblicos, debemos tomar a la Biblia como lo que realmente es (más adelante veremos cómo las Cartas Pastorales, jugaron un papel determinante para el desarrollo de la doctrina sobre la autoridad e inspiración de la Biblia). La Teología Bíblica se propone organizar en una síntesis coherente, armoniosa e inteligible, el mensaje de la Escritura, bien sea en parte, bien es su totalidad; bien sea para un libro o en un autor particular. El acento se pone en el trabajo de síntesis que lleva a cabo la Teología; ese trabajo de síntesis se realiza en la fe y en el espíritu de fidelidad a las normas de interpretación de la Iglesia que marca la propia Escritura. Por supuesto la doctrina de la inspiración es importantísima para este efecto. Lo cual implica que no podemos violentar el mensaje bíblico. La Teología Bíblica hace énfasis sobre todo, en que la Biblia debe estudiarse en su propio trasfondo y con sus propios términos. La Teología Bíblica se interesa por los asuntos internos de la Biblia misma: lo que la Biblia dice y cómo lo dice, en sus propios términos. Dentro de esta disciplina teológica, dejamos atrás el lenguaje especial y las categorías de la Iglesia y buscamos entender el lenguaje y las categorías bíblicas.
Apoyándose en la Exégesis, recoge y sistematiza los datos bíblicos que propone a la reflexión teológica. De esta manera la Teología Bíblica puede recoger las síntesis parciales que señalan las principales etapas de la revelación; puede centrar su atención en la doctrina de un autor particular o de un libro particular; puede estudiar la génesis de un libro determinado a través de la Escritura, o puede exponer el mensaje del Antiguo o del Nuevo Testamento en su totalidad. Este tipo de Teología, como se ve, apenas difiere de una síntesis exegética o de una sistematización de las ideas de la Biblia. La Teología Bíblica intenta captar la unidad del misterio y del designio de Dios, considerando a la Escritura como una totalidad, o sea como el discurso inteligible de la única Palabra de Dios. Así entendida, supone en principio la unidad de la Escritura y el reconocimiento de Cristo como clave de inteligibilidad de ambos Testamentos: En el Antiguo ve a Jesucristo anunciado, prefigurado y preparado, y el Nuevo Testamento es el Antiguo Testamento realizado, cumplido: Jesucristo es el Logos de Dios que resuena a través de los dos Testamentos (cfr. Heb 1:1ss). La Teología Bíblica estudia el movimiento profundo de esta economía divina, procurando captar el progreso de la revelación y la unidad del designio divino. Su punto de partida son las palabras y los acontecimientos del plan o historia de salvación que se encuentran consignados en la Escritura, y que a partir del sentido literal tienen que ser interpretados en profundidad, según la plenitud del sentido buscado por Dios.
Comprendida de este modo la Teología es Bíblica, ya que su punto de partida es la Escritura, con sus vocablos, sus temas y sus perspectivas; y es Teología por varios motivos, en primer lugar porque percibe los temas de la Escritura, no ya como aislados, sino como unidos armoniosamente entre sí y formando una síntesis superior, que es la del designio de Dios. Es Teología porque dominando la multiplicidad y la diversidad de las palabras y los temas se eleva hasta la inteligencia del designio de Dios, y procura descubrir su unidad. Es Teología finalmente en el sentido de que hace intervenir algunos principios que no se han sacado inmediatamente del texto de la Escritura.

Las Cartas Pastorales
Las Cartas Pastorales, fueron denominadas así, apenas entrado el siglo XVIII, por Paul Anton. Al rededor del año 100 apareció una primera colección de las cartas del apóstol Pablo, entre las que se encontraban sólo nueve (Romanos, 1 y 2 de Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses y 1 y 2 de Tesalonicenses). Marción quien fue el primero en editar el corpus paulino, tampoco las menciona en su “canon”. El Canon de Muratori (de finales del s. II) menciona siete cartas de Pablo y hace la siguiente acotación respecto a Tito y Timoteo: “tienen un carácter sagrado –dice- porque fueron escritas para el honor de la Iglesia católica y para la organización de la disciplina eclesiástica”.[1] San Ireneo de Lyón fue el primero en apoyar su doctrina en la autoridad paulina de las Pastorales. En el Adversus Haereses, Ireneo sustenta su defensa de la fe en contra de las doctrinas gnósticas en la autoridad de san Pablo, en clara alusión a 1 Timoteo 1:4, dice: “Hay quienes rechazan la verdad e introducen falsas enseñanzas y <>, como advierte el Apóstol”.[2] Por su parte, los Padres de la Iglesia, Tertuliano y Clemente de Alejandría se las adjudicaron también a Pablo. “La ausencia de las Pastorales del Papiro Chester Beatty 46, que incluye a todas las otras cartas de Pablo, ha sido propuesta como una razón adicional para cuestionar su autenticidad”.[3]
No fue sino hasta el siglo XIX con la llegada de la crítica bíblica, que se empezó a cuestionar el carácter paulino de dichos escritos. Los argumentos que se esgrimen es que el lenguaje es diferente al de las grandes cartas del apóstol, que el énfasis en la defensa del “depósito de la fe” es una cuestión del siglo II que enfrentaron directamente los Padres de la Iglesia, sobre todo en lo referente a los desafíos que para esa época planteo el gnosticismo. Un aspecto más, es el grado de desarrollo alcanzado por la Iglesia y que se deja entrever en las Pastorales. De lo que no cabe duda es de que las Pastorales, fueron escritas por una misma mano porque contienen una homogeneidad gramatical importante. Sobre el problema de la autenticidad de las Pastorales, hay al menos tres posturas:
1.- La clásica, sostiene que el autor es el apóstol Pablo.
2.- Fragmentos de las Pastorales, sobre todo los datos biográficos fueron escritos por Pablo y luego integrados a un escrito más desarrollado.
3.- Las Pastorales habrían sido escritas por un discípulo de Pablo, apelando al nombre de éste (pseudonimia). Esta opinión ubica las Cartas en el segundo siglo.
La cuestión frente a estas posiciones no es de poca monta en los casos dos y tres; porque si esos fragmentos eran conocidos ya, como pertenecientes al apóstol Pablo, el supuesto escritor que los llegó a integrar a un escrito más desarrollado, no los pudo haber pasado como propios; pero si no eran reconocidos como del apóstol, entonces no tenía ningún caso haberlos utilizado para impartir un carácter paulino a su obra.[4] Además la pseudoepigrafía habría chocado con el hecho de que la incipiente iglesia ya estaba alerta sobre escritos que circulaban en ese entonces y que eran falsos (cfr., 2 Te 2:2; Ap 22:18). Empero, un argumento aparentemente sólido para cuestionar la procedencia paulina de las pastorales, es la reconstrucción de los viajes del apóstol según la información que proporcionan las cartas mismas. Como se ha visto, hace algún tiempo, se viene insistiendo una y otra vez, en que Pablo no pudo escribir las Cartas Pastorales, por no encajar con la cronología propuesta para su ministerio. Esa es por ejemplo, la opinión de José Comblin en Pablo: trabajo y misión.
Ahora bien, ¿a la luz de lo anterior cómo nos ayuda la teología bíblica a leer y entender la Carta del apóstol san Pablo a Tito? Bueno, primero que nada, nos ayudan a ambientarla en el contexto en que fuere escrita y enviada a su respectivo destinatario. Tito y las dos cartas a Timoteo, son llamadas “cartas pastorales”, porque son dirigidas a dos de sus discípulos en un tono muy personal. Hablan sobre una Iglesia que ya tiene una estructura más desarrollada, con un liderazgo bien definido, y con recomendaciones sobre la mejor organización de las comunidades.
Efectivamente, las Pastorales difieren con mucho en el tono y las construcciones gramaticales que aparecen en las Epístolas enviadas a comunidades eclesiásticas, en las Pastorales aparecen aproximadamente 148 hapax (= una vez; así han sido llamadas las palabras griegas que sólo aparecen en las pastorales) términos específicos de ellas, que no son usadas en otros escritos de Pablo o del NT.[5] Con las Cartas Pastorales no nos encontramos frente a los lugares comunes que aparecen en los otros escritos del apóstol a los gentiles. Eso es en razón de que son mandadas a discípulos del apóstol, y a que las iglesias que aquéllos dirigen han ido evolucionando paulatinamente, constituyéndose cada vez más en comunidades más y mejor estructuradas. Aunado a todo esto, el apóstol Pablo parece encontrarse ya, en los últimos días de su vida. Pablo A. Jiménez, resume los lugares comunes de las Pastorales:
Las Pastorales –dice- comparten el mismo estilo y el mismo vocabulario; un estilo y un vocabulario que se separa un poco del vocabulario usado tanto en las epístolas Auténticas como en las Deuteropaulinas. Algunos de estos elementos distintivos son:
a. En estas cartas se llama a Dios "bienaventurado" o "feliz" (I Ti. 1:11 y 6:15).
b. Todas comparten el interés de que se predique la "sana doctrina" (I Ti. 1:10, 6:3; II Ti. 1:13, 4:3; Tito 1:9, 2:1).
c. Utilizan la frase "Palabra fiel es esta" (I Ti. 1:15, 3:1, 4:9; II Ti. 2:11; Tito 3:8).
d. Se refieren a Dios como "nuestro salvador" (I Ti. 1:1, 2:3; Tito 1:3, 2:10, 3:4).
e. Contienen varios catálogos de responsabilidades profesionales detallando las responsabilidades y deberes de los supervisores u "obispos" (I Ti. 3:1-7); los diáconos (I Ti. 3:8-13) y las diaconisas (I Ti. 3:11); las viudas (I Ti. 5:3-16); y los ancianos (I Ti. 5:17-20; Tito 1:5-9).
f. Dan instrucciones y recomendaciones para el ministerio cristiano (I Ti. 4:1-16; II Ti. 1:6-10, 2:15 y 22-26) poniendo a Pablo como el ejemplo por excelencia del ministro (I Ti. 1:15-17; II Ti. 1:11-14, 3:10-13, 4:1-8). También hablan de la imposición de manos como señal de la "ordenación" al ministerio (I Ti. 1:18-19, 4:14, 5:22; II Ti. 1:6).[6]

Como correspondencia más intima y personal, las pastorales abundan en noticias personales. “Aunque van dirigidas a individuos particulares, las cartas a Timoteo y Tito tienen evidentemente alcance eclesial”.[7] Esta misma tesis la sostiene Juan Calvino en su comentario a Tito, cuando menciona: “De aquí podemos inferir, que ésta no fue tanto una carta individual de Pablo a Tito, como una epístola a los cretenses. [...] Ahora ya vemos que Pablo no se proponía otra cosa sino sostener la causa de Tito, y darle la mano para ayudarle a realizar la obra del Señor. [...] En la persona de Tito, ciertamente, Pablo instruye a toda la iglesia de Creta...”.[8] Lo anterior también es corroborado por la bendición a la vez en singular como en plural, en la que termina la misiva a Tito (3:15). En efecto Tito es una carta pastoral porque quien la escribe es ante todo un pastor; y en segundo lugar, porque busca también, respaldar e instruir a otro pastor. Pero las pastorales no atañen únicamente a los “pastores”. Es obvio que en las cartas pastorales, Pablo “decreta” y toma decisiones correctivas o medidas reglamentarias para la vida de la iglesia, a través de sus colaboradores.[9] Pablo se adelanta a su tiempo y “empodera” a sus discípulos, para que éstos actúen con la autoridad de aquél. “En conclusión, podemos decir que las pastorales no conciernen solamente a los <> en la Iglesia, sino que trazan para todos los fieles un camino auténtico de vida cristiana, en la adaptación a la cultura del tiempo y a las exigencias de la vida social”.[10]

¿Quién era Tito?
A diferencia de Timoteo, el libro de Hechos no hace ninguna referencia a Tito. Pero Pablo hace constantes referencias a él en sus Cartas, lo menciona un total de trece veces. Tito era de origen griego y a diferencia de Timoteo, Pablo no estuvo de acuerdo en circuncidarlo (Gal 2:3). Cuando Pablo dejó Antioquia y fue a Jerusalén para discutir con los líderes el Evangelio de la gracia (Hechos 15:1) llevó a Tito (un gentil) con él (Gal. 2:1-3) como un ejemplo de uno aceptado por gracia sin circuncisión, lo que defiende la posición de Pablo en este problema (Gal. 2:3-5). También aparece Tito trabajando con Pablo en Éfeso durante la tercera jornada misionera. De allí el apóstol lo envió a Corinto donde ayudó con su trabajo a esa iglesia (cfr., 2 Cor. 2:12-13; 7:5-6; 8:6). Tito colaboró especialmente en las cuestiones difíciles o delicadas, fue enviado a Corinto cuando los conflictos en esa iglesia arreciaban (2 Co 7:6ss). Organizó la colecta en Corinto para los hermanos de Jerusalén (2 Co 8:16-23). Pablo apreciaba enormemente a Tito, los elogios y calificativos que le dirige el apóstol así lo demuestran (2 Co 2:13; 7:6; 8:23; 12:18). Según la Carta que lleva su nombre, (en el texto griego, la Carta a Tito es titulado Pros Titon, “A Tito”), fue enviado a la isla de Creta para establecer presbíteros en cada ciudad (Ti 1:5). Ante todo, Tito al igual que Timoteo son considerados como los hijos de Pablo en la fe, son por ello, sus herederos espirituales, de ahí que el apóstol a los gentiles les encargue el “depósito de la fe”. Sin duda Tito fue uno de los más fieles discípulos de Pablo, junto con Timoteo, Lucas y Marcos. Según la carta que lleva su nombre, a Tito se le encarga corregir lo deficiente y el establecimiento de presbíteros en cada ciudad (o pueblo en el sentido original del griego) de la isla de Creta. Pablo era un apóstol por antonomasia, pero las Pastorales revelan que no estaba sólo, sino que se servía de colaboradores fieles para hacerlos partícipes del ministerio que había recibido del gran Pastor de las ovejas, ellos compartían sus dificultades y responsabilidades, entre ellos se encontraba Tito, “verdadero hijo en la común fe”.

La Carta a Tito
Tito como se ha problematizado, fue escrita por Pablo o por alguno de sus discípulos, como quiera que sea, contiene la teología paulina. Por otra parte, aunque Tito recoge enseñanzas desarrolladas en 1 y 2 de Timoteo, sin embargo, aparece más doctrinal. Especialmente el prólogo (1:1-4) ofrece un sólido desarrollo teológico, muy parecido a la salutación de Pablo en Romanos, en ambos casos el autor define su ministerio apostólico en términos del kerigma que proclama. Tito contiene recomendaciones en por lo menos tres vertientes muy específicas:
a) La defensa del depósito de la fe frente a los herejes y sus enseñanzas
b) La estructura organizativa de las comunidades sobre todo en el aspecto del liderazgo y la liturgia
c) La vida cristiana según las exigencias de una piedad auténtica
La carta a Tito, puede dividirse de la siguiente manera:
1. Saludo (1:1-4): Tito comienza con un saludo extendido que ofrece un breve resumen sobre el tema de la salvación.
2. Cuerpo (1:4-3:11): La epístola carece de una sección de acción de gracias. Después del saludo, entra rápidamente a dar pautas para la conducta de la Iglesia en Creta (1:5).
a. En primer lugar, encontramos un catálogo de las responsabilidades profesionales de quienes ocupan el cargo de ancianos (1:6-9).
b. Segundo, el texto ataca a los falsos maestros (1:10-16).
c. Tercero, se habla de las responsabilidades de los/as creyentes en general (2:1-3:11). Entre estas pautas para la conducta, el pasaje habla específicamente a los/as ancianos/as (2:2-5), los/as jóvenes (2:6-8) y a los/as siervos/as (2:9-10).
3. Despedida (3:12-15): Una vez más, la carta carece de un elemento formal. Esta vez, no encontramos una sección de exhortación. Sencillamente el texto ofrece algunos saludos finales (3:12-15a) y una breve bendición (v.15b).[11]

Tito y la defensa del depósito (paratheke) de la fe
El depósito de la fe (término usado en Timoteo, tomado del lenguaje jurídico) es definido en Tito como el “conocimiento de la verdad”, como la “sana doctrina” y la “sana fe”. El depósito de la fe debe guardarse sin modificaciones ni alteraciones, debe conservarse en buen estado. El depósito es el Evangelio confiado al apóstol (1 Tm 1:11). Pablo empieza desde la salutación a impartir enseñanzas sobre la fe, en el versículo uno habla de la “fe de los escogidos de Dios”. Lutero comenta así el verso uno: “palabras extraordinariamente excepcionales y rebosantes de doctrina. De ellas puede derivarse la suma total de la vida cristiana. Contradicen los falsos dogmas. El apóstol suele unir fe y verdad”.[12] En franca oposición a las enseñanzas de los herejes, las Pastorales se colocan dentro del marco de la rectitud de la fe. La sana doctrina se contrapone a la “otra” enseñanza, desvela la falsa doctrina (hetero-didaskalein) sustentada por los herejes (hairetikos). El calificativo para hablar de la recta doctrina es el verbo “sano” (gr. hygiaino), el cual aparece nueve veces en las Pastorales. Por eso, los presbíteros deberían ser retenedores de “la palabra fiel” y de la “sana enseñanza” tal como había sido trasmitida (1:9).
Estas recomendaciones de Pablo a su discípulo Tito, tenían que ver con la protección de la fe. La fe debía cuidarse frente a los judaizantes que andaban contando muchas fábulas (mythoi) judaicas, entre las que se encontraban largas genealogías vanas y sin sentido (1:14; 3:9). En tiempos del apóstol había que salvaguardar la integridad del Evangelio, frente a posiciones que buscaban mutilarlo. Las Pastorales chocan contra la ortopraxis judía, y en cambio recogen la ortodoxia cristiana. El judaísmo habría puesto el acento en la conformidad de la vida a las prescripciones de la ley mosaica; mientras que el cristianismo ha concedido la mayor importancia al contenido de la fe. Por eso el apóstol llega a comparar a los judaizantes con las “falsas” enseñanzas del mito, una acusación muy grave porque compara las enseñanzas de esos falsos maestros con las contenidas es los relatos mitológicos del paganismo grecolatino.
El obispo debía ser retenedor de la sana doctrina porque la fe corría el peligro de corromperse frente a tantas enseñanzas aparentemente correctas. El presbítero u obispo debía ser defensor del depósito de la fe:
Frente a la proliferación de errores, el autor de las pastorales predica una actitud de autoridad y no de diálogo. Hay que impedir hablar a los charlatanes y no dejarse arrastrar por el terreno deslizante de sus sutiles teorías. Inspirándose en una regla análoga a la de Mt 15:15ss, la carta a Tito prevé dos amonestaciones sucesivas; si no se enmienda, el hombre sectario (hairetikos) debe ser apartado de la comunidad (Ti 3:10ss). Es la excomunión prevista contra Himeneo y Alejandro (1 Tim 1:20). Ya Pablo había tomado una decisión análoga contra el incestuoso de Corinto (1 Co 5:1-5), con la esperanza de una conversión del culpable.[13]

En Tito la heterodoxia es condenada con el mismo ahínco que en las otras dos Pastorales. Parece que había una variedad importante de corrientes doctrinales en el cristianismo primitivo. Los herejes son acusados de distorsionar y trastornar la fe de algunos. Dichos herejes pudieron estar relacionados con las doctrinas gnósticas (gnosis = conocimiento): “Profesan conocer a Dios, pero con lo hechos lo niegan...” (1:16). Esta peudognosis se opone al verdadero conocimiento, al conocimiento de la verdad, el cual defienden las Pastorales con intensidad. Ahí se ubica la recomendación de Pablo a Tito: “Pero tú [en oposición a los falsos doctores] habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (2:1). Pero, ¿qué es la sana doctrina? La sana doctrina tiene que ver con la correcta enseñanza de la fe cristiana, en contraposición a las falsas enseñanzas. La sana (hygiaino) doctrina o enseñanza es también bella (kalos), es decir, “de calidad, de valor, de excelencia”.
Las palabras de raíz didask aparecen con particular frecuencia en las pastorales:
-enseñar (didaskein): 5 veces
-enseñante (didaskalos): 3 veces
-doctrina (didache): 1 vez
-enseñanza (didaskalía): 15 veces (de 19 en todo el NT), y otros cuatro términos derivados.[14]

La salud física fue usada en el mundo griego como metáfora de calidad o rectitud moral. A la luz de 1 Tm 1:9ss, la “sana doctrina” se opone a los vicios morales, “es decir, a los que hacen cosas que van en contra de la sana enseñanza” (DHH). Los presbíteros deben trasmitir la “forma de las sanas palabras” y “ser sanos en la fe” (2 Tm 1:13, Ti 1:9; 2:1-2).

Tito y la administración eclesiástica (ministerios y liturgia)
Las Pastorales son especialmente importantes porque hablan a la segunda o tercera generación de cristianos, los cuales, están ante una iglesia más organizada, más institucionalizada, con claros ministerios pastorales. Entre éstos se encuentran los ancianos (presbyteros) y obispos (epískopos), la pregunta frente a estos títulos, es saber si tales ministerios eran sinónimos o en realidad señalaban ministerios diferentes. Las Pastorales son, en este sentido riquísimas porque ellas nos proporcionan información abundante en cuanto a la organización y administración de la iglesia a finales del siglo I y principios del II. El autor de las Pastorales está tratando de responder a las necesidades de su época. A Tito como a Timoteo, como herederos espirituales del apóstol Pablo se les encomiendan dos aspectos importantísimos: a) la lucha contra los falsos doctores, y b) la organización administrativa de la iglesia. Ni Tito ni Timoteo son nunca llamados apóstoles, lo que indica que el ministerio apostólico no es sucesivo, no se transfiere, en definitiva no hay algo así como una sucesión apostólica. Pero tampoco tienen los títulos de anciano u obispo, aunque la tradición dirá que Timoteo fue el primer obispo de Éfeso y Tito el de Creta.
En Tito como en Timoteo, ya no hay la espera inminente de la parusía que había alentado a la primera generación de creyentes. Ahora el acento recaía sobre la alta duración del ministerio de la iglesia, si ésta ya no esperaba tan de repente la parusía del Señor, entonces debía ocuparse de cómo mantener viva la fe que una vez habría sido recibida y trasmitida por los apóstoles. La iglesia estaba fundada sobre Cristo pero tenía una fuerte presencia de la autoridad apostólica, el Nuevo Testamento es testimonio de eso. Los apóstoles no dejaron sucesores que mantuvieran el mismo título y autoridad para hablar y escribir en nombre del Resucitado, pero si habían encargado el depósito de la fe en las generaciones subsiguientes. Pero aunque los apóstoles no hayan dejado sucesores, si dejaron una serie de ministerios dentro de la iglesia, para que a través de ellos, la iglesia siguiera ejerciendo un ministerio apostólico, en el sentido de un envío por parte del Señor de la Iglesia. Uno de esos ministerios fue el de presbítero y obispo.
Pablo habría dicho que si alguno anhelaba obispado, buena obra o función deseaba (1 Tm 3:1). Aunque también recomendaría a Timoteo que no impusiera las manos con ligereza (1 Tm 5:22). Sabemos que la función de los ancianos era la de ejercer autoridad para gobernar sobre el pueblo de Israel. Moisés después de ser comisionado para ir a sacar a los hebreos de Egipto, recibe la orden de presentarse a los ancianos del pueblo de Israel en Egipto (Ex 3:16). El cargo de anciano era toda una institución en el pueblo de Israel y también para la iglesia del primer siglo, en la iglesia jerosolimitana muy pronto se nombran ancianos (Hch 11:30; 15:2,4,6). Parece entonces, que el título de presbyteros era más común en las iglesias con raíces judías y en las iglesias con raíces griegas, se prefería el uno del término epískopos (inspector), aunque era un mismo ministerio. Fuera de las Pastorales, sólo una ocasión la palabra epískopos aparece en labios del apóstol Pablo (dejando fuera Fil 1:1), en la despedida en ocasión de la reunión que él sostuvo en Mileto con los ancianos de Éfeso (Hch 20:1ss, 28). Aquí se comprueba, cómo es que el título de presbítero y obispo es uno y el mismo, porque se emplea como sinónimo para hablar de un mismo ministerio. Es entonces claro que cuando Pablo menciona a los “obispos” junto a los diáconos en Filipos, está hablando de los “ancianos” de esa iglesia. A excepción de 1 Tm 5:9, en las Pastorales se emplea normalmente la palabra presbyteros en plural, lo cual indica la naturaleza no individual y por tanto colegiada de este ministerio. Aunque el término epískopos sí aparece en singular, quizá porque éste era quien presidía la comunidad de presbíteros siendo el primero entre los iguales. Respecto a esto, Ridderbos comenta:
Primero, en cuanto a los presbíteros y obispos, se debe establecer de inmediato que aquí estamos ante un mismo y solo oficio. Los nombres, por supuesto, tienen un significado distinto. La palabra <> (presbyteros, lit. el más anciano) ciertamente tiene antecedentes patriarcales y se originó en el judaísmo, donde es la designación de una clase social. Según Jeremías, en las epístolas pastorales la palabra <>. Pero esto debe rechazarse del todo a la luz de Tito 1:5.
Por su parte, no es tan fácil identificar la palabra <> (epískopos = lit. supervisor) como contraparte de alguna figura precristiana, ya sea del mundo judío o del griego. Pero aun así, ambas palabras denotan la misma clase de funcionarios desde distintos puntos de vista. No sólo las demandas que se le hacen al buen presbítero en Tito 1:5-9 son muy similares con lo que se dice del episkopos en 1 Timoteo 3:2ss., sino que también las designaciones son intercambiables en Tito 1:7, sin indicar que haya habido una transición desde una persona a otra.[15]

El ministerio diaconal es muy importante en la vida de la primera comunidad eclesiástica pero no aparece mencionado en Tito, aunque si en Timoteo. Las Pastorales también están llenas de temas litúrgicos, sobre todo del desarrollo del culto junto al desarrollo administrativo. Las doxologías son abundantes, el tema de la oración ocupa un lugar importante, los himnos pascuales y bautismales también son mencionados, y por supuesto, las confesiones de fe no podían faltar. Tito habla de la “renovación bautismal” o “lavamiento de la regeneración” (3:4-7). Aquí encontramos un resumen trinitario de la primera comunidad cristiana, el Padre envía el don del Espíritu a través del Hijo. La vida de fe y la liturgia están estrechamente unidas en las Pastorales.

Tito y la fe como una piedad auténtica
Para Pablo según su carta a Tito, la fe verdadera debe ir acompañada de una piedad (eusebeia) auténtica. Es importante señalar que este sustantivo nunca aparece en las “otras” cartas de Pablo. La exhortación a la piedad es parte de la espiritualidad trasmitida en las Pastorales. El llamado a la piedad es parte de la existencia cristiana, es un estilo de vida que se manifiesta en la vida pública como privada, en el seno familia y en el ámbito de la iglesia como el de la vida cívica. Sin duda, de las Pastorales, pueden sacarte buenos recursos para la pastoral familiar.

Tito y la justificación por la fe
Finalmente, otro de los tópicos igual de importantes es el de la justificación. Sin duda, un tema ya desarrollado por el apóstol, sobre todo en las Epístolas a los Romanos y Gálatas. La gracia de Dios es educadora porque nos enseña (Ti 2:11-12). Nos instruye sobre la gracia justificadora de Dios en Jesucristo (Ti 3:4ss). En esta justificación Dios se mostró como filántropo, como aquél que muestra “su amor para con la humanidad”. Esta justificación por la fe motiva o promueve las “buenas obras” (Ti 2:14; 3:8).

Bibliografía:
Calvino, Juan, Comentario a las epístolas Pastorales de San Pablo, 1ª reim., Libros Desafío, Grand Rapids, 2000.
Comblin, José, Pablo: trabajo y misión, Editorial Sal Terrae, Bilbao, 1994.
Cothenet, Edouard, Las cartas pastorales, 3ª ed., CB-72, Editorial Verbo Divino, Navarra, 1994.
Harrison, E. F., Introducción al Nuevo Testamento, 4ª reim., Libros Desafío, Grand Rapids, 2002.
Los gnósticos. Textos 1 y 2, 2 tomos, Editorial Gredos, S. A., Madrid, 2002.
Ridderbos, H., El pensamiento del apóstol Pablo, Libros Desafío, Grand Rapids, 2000.


[1] Citado por Cothenet, Las cartas pastorales, p. 5.
[2] Ireneo de Lyón en Los gnósticos. Textos 1, tomo 1, p. 14.
[3] Harrison, Introducción al Nuevo Testamento, p. 351.
[4] Harrison, op. cit., pp. 349-350.
[5] Cothenet, Las cartas pastorales, p. 11.
[6] http://www.predicar.org/adobe/pastorales.pdf [consultada el 5 de junio de 2007]
[7] Cothenet, op. cit., p. 10.
[8] Calvino, Comentario a las epístolas pastorales de San Pablo, pp. 321-322, 359.
[9] Ridderbos, El pensamiento del apóstol Pablo, p. 607.
[10] Cothenet, op. cit., p. 55.
[11] http://www.predicar.org/adobe/pastorales.pdf [consultada el 5 de junio de 2007]
[12] Lutero, M., Comentario sobre la epístola de san Pablo a Tito, en http://www.iglesiareformada.com/Lutero_Tito_1.html
[13] Cothenet, op. cit., p. 18.
[14] Cothenet, op. cit., p. 24.
[15] Ridderbos, op. cit. p. 592.

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